He descubierto cosas preciosas en estos meses. Me atrevería a decir que en estos años. Lugares insospechados, tierras místicas, cuerpos desnudos que son auténticas obras de arte. Gente, tanta gente. Y grandes corazones.
Podría pasarme la vida psicoanalizando a las personas, de hecho esta manía persiste en mi ser, pero con el tiempo he aprendido que las personas deben sorprender y no es necesario sobreponer. He aprendido de los demás a valorarme a mi misma. He asumido que yo era el problema porque soy suficientemente fuerte para conseguir y superar lo que quiera sin necesidad de apoyarme en nadie. Que aparecerán personas increíbles en mi vida, personas encantadoras que me cegarán pero que yo, yo soy el sol, y tengo que brillar. Puede que no tengamos que ser felices, puede que la gratitud no tenga nada que ver con la alegría, puede que ser agradecido signifique estar contento con lo que tienes, apreciar las victorias, admirar la lucha que implica seguir viviendo. Quizás estamos agradecidos por lo que nos resulta familiar y puede que por las cosas que no sabremos nunca. Al final del día el simple hecho de tener el valor de no derrumbarnos, es suficiente motivo para celebrarlo.
Todos creemos que vamos a ser geniales, y nos sentimos un poco atacados cuando no cumplimos nuestras expectativas. Pero a veces, nuestras expectativas se quedan cortas. A veces lo esperado se queda vacío al lado de lo que no esperábamos. Nos preguntamos porque nos agarramos a nuestras ellas, porque lo esperado es lo que nos mantiene firmes, levantados, fuertes. Lo esperado es sólo el principio. Lo inesperado es lo que nos cambia la vida. Por mucho que te esfuerces, por buenas que sean tus intenciones. Cometerás errores, harás daño, te lo harán a ti y si quieres recuperarte sólo puedes decir una cosa: te perdono. Perdonar y olvidar, es lo que dicen. Es un buen consejo, pero no es muy práctico. Cuando alguien nos hiere deseamos herirle. Cuando alguien nos trata mal queremos tener razón. Sin perdón las cuentas pendientes no se saldan, las viejas heridas no cicatrizan. Lo máximo que podemos esperar es que algún día tengamos la suerte de olvidar
sábado
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