Escribí los textos más tristes durante ese mes. Fueron tantos que empecé a escribirlos en un papel. Ya eran muchos cuadernos, no podía seguir consumiendo. Me acuerdo de haber pasado horas en silencio, perdiendo el tiempo frente a una pantalla o con un bolígrafo en la mano. Un día una persona sabia me dijo que escribir era la venda que sanaba el alma. A estas alturas sigo dudando de su sabiduría. Cuanto más escribo, más me pierdo y mientras más leo, dejo de soñar.
Creo que siempre he estado equivocada, con mis valores, mis principios. Qué más da, ¿no? Qué más da como te sientas o percibas la realidad, ea ea, ya se pasará. Nadie recordará esos detalles como lo hacías tú y menos los tendrá en cuenta. Nadie te mirará con ternura al emocionarte por ver una golondrina volar. O ver crecer una flor.
Cómo las vacas yo ya tengo mi marca. Soy impredecible, no aporto seguridad, soy una egoísta y una egocéntrica. Qué más da, ¿no? Qué más da que pienses, que sientas, cuáles sean tus valores o principios. Ya tienes la marca.
Me dijeron que tenía cara de bote salvavidas. Peor nadie va a salvar la mía. Nadie lamerá mis heridas.
Tu sabrás, es tu agonía.
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