Nunca he sido buena en los puzzles. Porque las cosas jamás han encajado para mí. No tienen sentido. Algo que debería funcionar no debería forzarse. Como las piezas, sabes. Me dicen qué es cuestión de perspectiva. Yo creo que cuando estas lejos de casa empiezas a darte cuenta de algunas cosas. Como cuando ves a las familias, todas unidas, llenas de abrazos y amor. Mesas llenas todos los domingos en compañía. Y luego estás tú, qué estás sola. Estás sola aquí y estás sola en casa. Tienes una familia, enorme, llena de personas increíbles. Pero a día de hoy no sabes nada de ellos, son más bien unos conocidos. Están todos lejos. Y no hablo de estos dos últimos meses. Hablo de tus últimos treinta años. Perteneces a un país que no puedes llamar tuyo, te criaste en uno en el que en realidad solo tienes su nacionalidad. Vives en uno que no sabes si alguna vez te aceptara. Vayas a donde vayas, algo no encaja. La familia que elegiste esta dispersa. Cada uno tiene su historia. Cada uno tiene algo que contar. Pero son independientes. Están a una llamada, sí. Quizás no los veías tanto en Madrid. Quizás la diferencia está en la calidez de sus abrazos. Y luego estaba la tercera familia, esa que formaste en el trabajo ¿Te acuerdas cuando pensabas que nadie te iba a apreciar? Siempre te apoyaron. Ahora te falta todo, los amigos que hiciste quizá si te marchas no se dan cuenta. El amor que conociste no te hace mas que castigar. Simplemente las piezas no encajan. Algo no funciona. Lo sé, es pronto para sacar conclusiones. Pero no es cuestión del país, no es cuestión del lugar. Es que creo que jamás lo encontraré