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miércoles

Tranquilos, que de amor nadie se muere.

 Volví a leer. Quizás eso era lo que me hacía falta, para recordarme que aún existen esas emociones. Que se pueden narrar en primer persona tus sentimientos. Y lo más importante: qué siguen existiendo. No hay nada de malo en sentir las cosas un poquito de más, para ser honestos, hace mucho que no sentía con tanta intensidad los colores. Nunca he sido fan de los colores alegres en la ropa y de alguna manera, me he visto dirigida a empezar a vestir ese color rosa que tanto odiaba. El amarillo, el color de la amistad y la alegría ¿De verdad? El rojo, pasional como el amor que nunca sentí. Hace tiempo que no quiero hablar de amor. Será porque pasaste por mi vida como un huracán, arrasando con todo aquello en lo que alguna vez creí. Aunque a la vez me sentí afortunada, aliviada. Comprendí que quizás el problema no era yo. Qué quizás estamos todos un poco rotos y pagamos la frustración con quien menos se lo merece. "Los dragones no existen" leo a diario desde que conquistaste mi cocina. De alguna manera, te lo agradezco, porque es cierto: el amor, como lo conocía no existe. Aquello por lo que yo luchaba, en lo que creo, quizás no lo encuentre jamás. Aquel compromiso, las ganas de luchar, el querer intentarlo joder. Exponer las emociones y los sentimientos sobre la mesa y decir "mierda, ¿dónde me he metido?". Porque realmente, así es el amor. Incoherente. Pero a la vez, es mágico para aquel que no decidió ser un cobarde. El que sabe que existe la tristeza y la felicidad, sabe por lo que vale la pena luchar. Y eso, aunque sea caótico, es lo que te devuelve a la superficie. Por lo cual ¿Por qué dejar de creer? Si hay besos que erizan la piel, hay caricias que aunque las odies con todo tu alma, te hacen estremecer partes de tu cuerpo que desconocías. Descubres que hay risas que suenan a melodía, ironías que tienen mensajes ocultos

Que hay vida. El amor es vida. Y nos pasamos la vida cuestionándonos lo superficial, que nos olvidamos de lo que realmente importa. Ese atardecer frente al mar, las cosquillas de la arena en los pies. Lo tranquilo, lo sencillo. Despertar y compartir tus miedos y tus alegrías con alguien que mataría dragones por ti. O te haría creer de nuevo en ellos, si es que has perdido la fé.


Pero como dijo la artista más prometedora de esta época que por desgracia nos ha tocado vivir: tranquilos, que de amor nadie se muere. 


Aunque he de admitir que cuando te fuiste, algo murió en mi. También tu recuerdo. Aunque el salón esté lleno de fantasmas. Fantasmas que desconozco, pero ojalá volver a abrazar.

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