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sábado

Sigo recordándote. No lo pongo en duda. A veces veo tu pequeña sonrisa y hace que yo me ría. Luego recuerdo en la distancia que nos impusimos y se me cae la alegría. No lo sé ni le entiendo, igualmente no creo que nunca pueda hacerlo. Sólo sé que te echo de menos, a ratos, cuando me acuerdo, evito recordarte durante el resto del tiempo. Pero siempre hay una milésima de segundo al día en el que te pienso, sea por un impulso o por un artículo o foto. Al final te perdí como me perdía yo. Normalmente me equivoco con las personas y acabo dolida pero esta vez creo que te equivocaste conmigo, quizás esperaste algo más de una persona que tenía miedo de quererte un poquito más cada día. Siempre inventaba alguna huída pero en cambio quería verte. Siempre quise abrazarte y quedarme horas con tus labios en mi frente. Me pasaba las noches esperando a otro viernes. No tiene importancia, echo de menos algo que nunca sucedió. Me quedo con el recuerdo de aquella semana de verano en que hubiese dado lo que fuera por poder parar el ascensor y quedarnos encerrados tu y yo. Ahora en cambio sé dónde está el norte, que piso el sur con los pies fríos, señalo al este y cierro los ojos frente al oeste. Y aún así, es cuando más me estoy haciendo daño por culpa de una sociedad de mierda que solo sabe abrir la boca aún llevando bozal. Apenas me toman en serio, ríen, señalan, insultan sin necesidad. Nadie se ha planteado si es que me gusta fardar o que. Me duele porque me lo estoy trabajando. Porque uno se siente solo bajando a diario a una plaza donde no hay nadie más, que aquí no hay nadie que me pueda enseñar. Y aún así lo hago. A lo mejor soy una negada pero yo lo intento y juro que pongo todo mi empeño. Así que me gustaría que por lo menos se tuviera en consideración y dejen mi mente tranquila de perturbación. Suficientes heridas tengo para que queráis verme llorar.

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