La verdad es que a veces trato de inundarme en un mundo como el de mi serie favorita. Un sitio donde los sentimientos son puros y a veces es difícil expresarlos. A diario, escucho, mejor dicho, leo palabras bellas procedentes de mis amigos. Incluso a veces leo poesía. Historias magníficas. A veces juego a ser una niña. A veces vuelvo a serlo. He recobrado el sentido de la amistad, dos mil trece tenía que traer sus lecciones, al igual que aún no he aprendido a amar. Ni pretendo hacerlo. Todo está bien, seré egoísta pero no quiero más que a mi bicicleta y dos o tres libros con los que viajar. No quiero amar. No quiero encoñarme. Pero no soy de hielo y acabo haciéndolo. Por eso trato de no quererte, empujándote lejos. Y si te quiero, es que estás lejos. Y si no, que eres muy pequeño. Y si no, que tu no me quieres como yo te quiero. Son un cúmulo de baches que al parecer, son necesarios. Luego están los puentes, los altibajos que me consumen por dentro, como muero de ganas de fundirme en un beso con la única intención de que termine en sexo. Pero no hay mayor placer que sentirte cohibido sin miedos. Es por ello por lo que trato de pensar que vendrán tiempos para los cuales estaré preparada. Seré capaz de evitar esos comentarios que pretendéis que me hagan daño, tendré el don de abrazar únicamente a los que quiero y de crecer, aún prendiéndome fuego. Por que a veces, me consumo pensando cuántas veces he tratado de fingir alguien que no soy para que hablen, me juzguen y se queden con eso. Mientras oculto quien soy y lo que realmente quiero. A veces pienso en que sería tenerte cerca, enfrente mío, durante horas y no tan lejos. ¿Sería igual? ¿Sentiría ese cosquilleo? Qué más da, ni lo sé, ni me importa, me quedo con el recuerdo de esas patitas blancas de las cuales no podía apartar la mirada.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario