Me derrumbo al pensar en lo que estoy viviendo. Vivo con un único amor el cual, parece ser que nunca me aceptará. Pienso, ¿cómo la gente puede ser tan cruel? No digo que su vida la predeterminen los sentimientos pero no estaría de más algo de modestia, compañerismo, cordialidad. Solo veo rivalidad, falsedad que rodea el aura de las personas. Y eso lo único que consigue es hacerme sentirme más sola. Pero mientras recuerdo, imagino las horas que pasé subida a los tejados, fumando, disfrutando de la hora bruja, pienso en que tengo un punto de apoyo. Y es que ella es fuerte, aunque no lo crea.
Según camino trazo cada uno de los recuerdos que vivimos, cuando monto por la puerta de Alcalá recuerdo nuestras prisas al pedalear. Los Lunes se hacen amenos al recordar lo difícil que fue sacarla de la cama y llevarla a hacer un último viaje. San José de Valderas nunca se vio tan especia.
La verdad, es que cuando pienso en todas esas veces que quiero tirar la toalla, recuerdo que hay una persona que está igual que yo, que me entiende y sabe que esto no son imaginaciones mías. Es capaz de desmentir cualquiera de las falsas realidades que cuentan por ahí de mi. Por que me conoce, me quiere y yo lucharía por ella, ella lo sabe. Aunque el dolor que contrarresto pensando en ella, lo gano pensando en que no está conmigo y que podría ir a buscarla hasta el fin. Pero tanto la distancia como el tiempo, los quiero muertos.
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