Madrid nunca ha sido tan eterno como hoy. He pensado que caminar por estas calles es más satisfactorio cuando lo haces con alguien que escuche tus hazañas y conozca la historia, asombrado. Tiene otro tipo de asombro, lo siente de otro modo. Y hasta unos cuantos kilómetros no lo he querido aceptar. Sonríe continuamente como si nada fuese a detenerle. Me sorprende, como nunca. Hace cosas con las que siempre soñé. Me sorprende encontrarme reacia frente a que quiera hacerme bailar cerca de la Plaza Mayor. Siempre lo había soñado. Me siento débil cuando camina abrazandome por la espalda, me tenso cuando pasa su brazo por encima de mi hombro y me abraza. No quiero que vea que soy débil a sus ojos. Y si, es verdad, me enfado por tonterías pero es que me duele pensar que ha podido imaginarse con otra. O que algún día yo no de más de mi y eso le aburra. O que tanta paranoia acaben consumiendole obligándole a ceder. Me jode por qué, hablando rápido y mal, sabe que mojo las bragas sólo con tocarme. Hasta donde hemos llegado, que ha llegado a ser...
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