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jueves

Tomorrow it will be better

Que no me debe la vida, me debe la muerte a la monotonía. ¿Hay alguna manera de que eso suene bien? Sin que me asuste cada vez que me mira fijamente o suelta mi mano al caminar. Es ridículo, lo sé, porque está ahí, siempre, en cuerpo y alma deseando lo mejor para mí, a veces anteponiendose a sí mismo, normalmente haciéndome exageradamente feliz. Pero en estas ocasiones me gustaría ser un poco más fuerte. Que no me tiemblen las piernas cuando camina hacia mí, que no me de un vuelco al corazón cuando le veo sentado, esperándome y me muera por abrazarle. Me gustaría dejar de tener que retener las lágrimas de felicidad que me provoca su mirada. Me encantaría quitarle sus miedos pero antes tendría que acabar con los míos.

Siempre me he definido como un alma libre, como aquel espíritu libre que reclamaba no pertenecer a nadie pero a su vez pertenecía a todos. Como un mustang corriendo por infinitas praderas, por mis venas.Y no sé que está pasando, no sé porque no me sale el huir. No entiendo como se ha apagado la furia en mi mirada. Porque antes solía discutir mis pensamientos con el espejo, con un mal reflejo, un buen baño y un cuaderno en mano. Ahora, sigo sin saber como, le busco a él como si fuera una roca en medio del mar cuando las olas me intentan arrastrar. Algo a lo que agarrarme y nunca soltarme, algo dependiente. Dependiente. Esa es la palabra. La que odio, la que me asusta, la que no soporto, la que no valoro. Pero de repente aparece y hace que vuele. Hace que quiera empezar una vida nueva, que me entre el valor de hacer el verano un poco más largo. Que despierte para verle dormir y sentir que en ese preciso momento es igual de débil como yo cuando le miro a los ojos. Y no quiero que los abra, no quiero estremecerme y reaccionar como una niña malcriada. No quiero sonreír incansablemente hasta marcharme. Me duele esperarle aún sabiendo que sigue a mi lado y no ha decidido irse lejos. No más que su casa. Me duele quererle. Porque jamás había experimentado tantas sensaciones juntas en tan poco tiempo. Nunca me he planteado quererle, volver a quererle y seguir queriendo a alguien. Jamás se me habría ocurrido poner mis principios en manos de otro. Ni compartir mis demonios, mis miedos. Pero lo que menos me esperaba es que los aceptaran y los hicieran suyos.

Me siento novel, novata, aprendiz de esto que llaman "amor". Porque nunca había sentido la ausencia de dudas, ni había pensado en un único rostro. Nunca me había encantado tanto una sonrisa ni había visto tanta confianza en unos ojos. Ni tanta naturalidad, tanta perfección. Y me asusta, me asusta porque a veces creo que tiene dudas. De que quizás no le vea como el me ve a mí. Que no soy tan romántica, que no sabe lo que pienso. Yo tampoco lo sé, estoy cegada por su gran corazón. Y solo veo a la persona que desde el minuto que me vio supe que tendría un futuro a su lado. En ese momento no lo dudé. No dudé en ser yo, en descalzarme y ponerme cómoda dandole mi tiempo. En ese momento, fui feliz. Porque de alguna manera mis pensamientos fueron inhibidos y gracias a Dios, no sé cómo, pero mi mente y corazón se pusieron de acuerdo y me dijeron: Ahora sí, este momento es para ti.

Me merezco ser feliz. Y esta vez, quiero que sea con él a mi lado. Quiero hacerlo de tal manera que no sienta más miedo que el de mi mirada en la cama, más felicidad que la de mi sonrisa en sus labios,  más amor que el de mi cuerpo sobre el suyo y la calma de mi rostro contra su pecho. Nada más. Quiero ser la persona que siempre oculté. Quiero ser verdad y que me entienda. Velar por él y que jamás vuelva a sentirse solo. Quiero ser pronombre posesivo entre sus brazos y que me quiera.

Quiero aprender a quererle y no estoy segura de estar haciéndolo bien. He ahí mi miedo.

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