Me gusta el rojo en los labios, cómo me queda, cómo sabe. La marca que deja. Me gustan sus olores, sandía, vainilla. Me gustan los pintalabios. Un día me rechazaron un beso por ser rojos y oler bien. Y yo pensé en cuanto le quería. Así que mis labios no volvieron a ser rojos, ni fresas, ni rosas, ni tenían olor a cereza.
Y luego fue el color de mi pelo. Y mi risa. Después el porqué lo hacía. Más tarde el siempre es culpa tuya, no mía. No hubo más risa, ni preguntas, ni siquiera la duda de si me quería.
¿Pero sabes qué?
Tengo sesenta y siete pintalabios, veintiséis rojos, con olor a sandía, a vainilla y una preciosa sonrisa. Mi pelo es alegría y va al compás de mis dudas y la risa. Soy felicidad. No volvió a quererme.
Volví a quererme.