Ayer vi la película "Cualquiera menos tú". Tenía muchas ganas de verla porque me dijeron que era una película optimista, tierna y con su toque de humor. Razón no le hizo falta. Salí con una sonrisa en la cara, con algún que otro suspiro. Y es que la verdad, el amor como lo pintan, es difícil de encontrar. El amor ingenuo, la conexión de dos desconocidos que se vuelven locos las primeras horas de cruzarse. Arriesgarlo todo, hacer ese acto de locura que te demuestre que vale la pena. Existe, lo sé. Pero creo qué es difícil de encontrarlo. Escasea en un mundo donde a medida que pasa el tiempo, estamos menos comprometidos incluso con nosotros mismos. Donde la vida qué más importa es la que vivimos a través de la pantalla y no a través de nuestros ojos. Un mundo donde las personas no indagan en sus emociones y sentimientos porque creen que la vida es más sencilla así. Porque es mejor pararse y que la vida pase, dejar que nos sorprenda a buscar un motivo por el qué vivir. Creo en el amor y qué hay personas que se vuelvan locas por experimentarlo. Al menos yo lo hago. No sé si sería capaz de saltar de un tren en marcha, pero seguramente no dejaría marchar al tren. Y arriesgaría un poco, solo por sentir. Porque prefiero un minuto de puro éxtasis a una vida sin la electricidad que recorre tu cuerpo cuando cruzas una mirada, cuando entrelazas las manos. Cuando hay contacto y escuchas un corazón palpitar. Soy fiel creyente de que hay coas en la vida por las que vale la pena arriesgar.
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Hablemos de lo emocional
Mires donde mires hay algo bonito. Solo es cuestión de buscarlo. Quizás el reto más grande que pueda existir es buscarlo en un vagón de metro lleno a hora punta en pleno centro de Madrid. Ahí donde todo el mundo tiene prisa, piensa en uno mismo y en poder llegar. Incluso ahí te invito a que busques algo bonito. Te juro que puedes encontrarlo. Y cuando seas capaz de hacerlo, te prometo que tus días cambiarán. Tu mirada cambia, tu expresión cambia. Y aquellos que estén presentes lo notará. Disfruto con las conversaciones junto a los extraños, con las conexiones inminentes que duran solo un rato. Después se van y solo dejan un recuerdo cálido que dura todo el día. Quiero ser capaz de abrazar estas emociones y permitir que me guíen en mi día a día. Que prolonguen mis telómeros y me hagan sentir siempre agradecida.
Las palabras son un gran don de la comunicación ¿te atreverías a decir qué es el único? A veces me abruma un sentimiento de incertidumbre, no lo puedo negar. Me encanta hablar, podría estar horas expresando lo que pienso, cómo me siento. El otro día tuve un momento precioso hablando con dos grandes amigos. Entonces, uno pregunto "¿vosotras siempre tenéis estas conversaciones tan profundas cuando os juntáis?". Nos reímos. La respuesta fue unísona: Sí.
Y yo me pregunto ¿Qué sería de nuestra vida sin los sentimientos? ¿Qué sería nosotros si no podemos expresarlos? Y ahí viene mi miedo. ¿Y si alguna vez no consigo comunicar lo que pienso? Todo aquello que siento. No lo voy a negar, tengo una herida en el corazón. Es pequeña, pero es de aquellas que cuando piensas en ella escuece y te lloran los ojos. Me considero una persona muy fuerte, emocional, sentimental, empática e inteligente ¿por qué este año me he sentido tan estúpida? Porque lo soy cuando sé usar las palabras y cuando realmente he querido hacerlo, no he sabido como. Lo siento, me siento estúpida en un idioma qué no es el mío. Y mira que lo he intentado. Siento que sólo soy capaz de comunicarme con el lenguaje internacional de las miradas, las sonrisas y las lágrimas. Pero ojalá algún día. Ojalá algún día esta herida sane y deje de escocer. Ojalá un día sea capaz de demostrar lo inteligente que soy en un idioma que no es el mío. Y ojalá puedan verlo y estén preparados para entenderlo.
Dedicado al chico del vagón que vio mi alma rota, inundada en lágrimas y sin palabras, me sanó un poco el corazón.