Mires donde mires hay algo bonito. Solo es cuestión de buscarlo. Quizás el reto más grande que pueda existir es buscarlo en un vagón de metro lleno a hora punta en pleno centro de Madrid. Ahí donde todo el mundo tiene prisa, piensa en uno mismo y en poder llegar. Incluso ahí te invito a que busques algo bonito. Te juro que puedes encontrarlo. Y cuando seas capaz de hacerlo, te prometo que tus días cambiarán. Tu mirada cambia, tu expresión cambia. Y aquellos que estén presentes lo notará. Disfruto con las conversaciones junto a los extraños, con las conexiones inminentes que duran solo un rato. Después se van y solo dejan un recuerdo cálido que dura todo el día. Quiero ser capaz de abrazar estas emociones y permitir que me guíen en mi día a día. Que prolonguen mis telómeros y me hagan sentir siempre agradecida.
Las palabras son un gran don de la comunicación ¿te atreverías a decir qué es el único? A veces me abruma un sentimiento de incertidumbre, no lo puedo negar. Me encanta hablar, podría estar horas expresando lo que pienso, cómo me siento. El otro día tuve un momento precioso hablando con dos grandes amigos. Entonces, uno pregunto "¿vosotras siempre tenéis estas conversaciones tan profundas cuando os juntáis?". Nos reímos. La respuesta fue unísona: Sí.
Y yo me pregunto ¿Qué sería de nuestra vida sin los sentimientos? ¿Qué sería nosotros si no podemos expresarlos? Y ahí viene mi miedo. ¿Y si alguna vez no consigo comunicar lo que pienso? Todo aquello que siento. No lo voy a negar, tengo una herida en el corazón. Es pequeña, pero es de aquellas que cuando piensas en ella escuece y te lloran los ojos. Me considero una persona muy fuerte, emocional, sentimental, empática e inteligente ¿por qué este año me he sentido tan estúpida? Porque lo soy cuando sé usar las palabras y cuando realmente he querido hacerlo, no he sabido como. Lo siento, me siento estúpida en un idioma qué no es el mío. Y mira que lo he intentado. Siento que sólo soy capaz de comunicarme con el lenguaje internacional de las miradas, las sonrisas y las lágrimas. Pero ojalá algún día. Ojalá algún día esta herida sane y deje de escocer. Ojalá un día sea capaz de demostrar lo inteligente que soy en un idioma que no es el mío. Y ojalá puedan verlo y estén preparados para entenderlo.
Dedicado al chico del vagón que vio mi alma rota, inundada en lágrimas y sin palabras, me sanó un poco el corazón.
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