Tiempo atrás, decidí que empezaría a escribir en cuadernos para así poder usar goma de borrar. Este es el típico texto en el que mi tío Iñigo replicaría e incluso vomitaría (aircoiris).
También, llegados a este extremo, no he tenido tiempo de escribir. No he relatado las mil historias que normalmente cruzarían mi memoria, ni las invento, tampoco las sueño. Sorprendentemente las estoy viviendo. A pesar de repetirme mañanas, tardes, noches y algún que otro amanecer, por que estoy con él, ahí sigo: A su vera. Y no quiero estar en otro lugar que no sea bajo su sombra.
Me secuestra, me roba sonrisas regalándome la compañía de mi mejor amiga, quiere desperdiciar su tiempo jugando con mis caderas. Y yo me dejo. Le dejo. Y le beso, ahora que de vez en cuando puedo.
Rebusco entre su manta, siempre me la quedo y sin siquiera saberlo, le abrazo por las noches acaparando todo su cuerpo. Solo el simple gesto de extender mis brazos y hacer el esfuerzo, que yo soy pequeña, el grande, me siento protegida. Siento que podría pasarme así la vida.
No hizo falta pensarlo, ni dudarlo, ni siquiera escucharlo. Su rodilla en el suelo, mi sonrisa descontrolada y la "Torre Effel" que nos cobijaba me decía una única palabra: SI. Si a quererle, si a pasar mis días a su lado, si a sus sonrisas, si a sus abrazos, si a sus rodeos que acaban siempre en sexo. Si a él. A que yo sería suya, y el mío.
Pero hay momentos, que le miro, permítanme el lujo y la obsenicidad, tan imbécil que a ojos de cualquiera no tendría ningún don, le miro y pienso: ¿Hasta cuando? Simple, concreto, directo, a veces algo lento, le costo entender que quería poseerlo, de pocas luces y muy a menudo obsceno. Nada bueno. Muy imperfecto. Y en ese momento, cuando pienso todo esto, sonrío y me enamoro por momentos. Pienso que ese, el imbécil que tengo enfrente, eso: LE TENGO.
Después... simplemente, aún teniéndole enfrente, aún habiéndole visto minutos antes, me muero de tristeza y ya le echo de menos.
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