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viernes

Felizmente tarde

Llámenme loca, condenada, demoniaca pero no comparto ciertas maneras. Sé que mi forma de vivir no es la ideal, entiendo que a algunos les sorprenda esta triple vida que manejo (si es que lo hago) y que piense que nunca nos haremos viejos. Considero, creo y afirmo que hay una única cosa que vale la pena en este mundo: el alma. Hay que saber educarla, tratar con ella. Ser inmortal hasta que amanezca.
Amanezco a diario y conmigo mi cabeza, cambio, siento cosas diferentes. A veces me acuesto colocada, a veces borracha y a veces... en un éxtasis de pensamientos tan alto que no puedo descifrarlo. Quiero volar, quiero algo que no tengo. Pertenecer a un lugar, a veces pienso. Pero no, a la vez no, quiero ser del mundo, no de una ciudad. Besar las hojas que adornen los árboles, acariciar las nubes desde abajo. Necesito recordar que es eso de respirar, pasarme horas tirada en lo alto de una roca a ver si desaparezco, a ver si... me muero. De felicidad. Compadezco a las personas que entristecen tu perfil. Ya no me da rabia, ahora me da pena porque es la manera en que decidiste vivir. Tomaste las riendas equivocadas y ya solo tienes ansia de perder. No hablo de lo material. Perderás tu esencia, aquello que te diferenciaba de los demás, ese detalle que marca la diferencia y te hace único y especial. Apenas quedan personas que lleven sal en la mirada, ya no quedan de esas que abrazan y no esperan nada. Me entristece aquellos ermitaños que se quedan en casa y no sonríen sin más. No es vivir. Es dejar que el tiempo corra hasta que decida parar, hasta que decida morir. Y un día te darás la vuelta y verás que no tienes fuerzas, que tu pasado ni te pesa porque está falto de errores, sin emociones. Ya no podrás saltar, será tarde.

Seguramente vivamos en un mundo demasiado convencional. Todo tan racional, estudia, trabaja, folla, crea hijos y que la cadena no pare. Así hasta que el mundo acabe con alguna fatalidad. Mientras, me vuelvo a mi cabeza llena de dragones, cuentos sin contar, monstruos que me ayudan a soñar. Me quedo con mis miedos y mi maldita inseguridad. Soy una persona independiente ¿y qué más da? Pero soy persona, y eso me hace ser un animal social. Y quizás llore con dos palabras mal dichas, seguramente ría en medio de una conversación seria o quizás ni escuche a quien me habla por si escucho las gaviotas, aunque no sepa si hay mar. Creo que nunca me entenderás.

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