-De una depresión...-Balbuceó
-¿Depresión? ¿Cómo? ¿Hasta cuando..?
-No durará mucho.-Sus manos parecían limpias pero era incapaz de dejar de frotarse las manos.-Es consciente de su situación, sabe que tiene el autoestima muy baja. Por ello sabe que tiene que cambiarlo. Pero hasta que eso ocurra, tardará. Me sorprende que le halla afectado hasta tal punto, no sé, las personas de su edad no suelen tener depresiones, no por esto.
No sabía hasta que punto se equivocaba. Pero no debía mantenerse quieta, debía continuar. No podía seguir colocándose, ir puesta hasta las entrañas de cualquier droga dura mezclada con alcohol. Sus ojos la delataban y seguramente, el día en que volviera a la facultad, volverían a plantearse su presencia en aquel edificio. Ya había dado suficientes problemas, suficientes lágrimas, momentos vagando de una pared a otra. Se tenía que terminar. No podía seguir dependiendo de sus pasos. No mientras la mentira siguiese comiéndola por dentro. Quizás sabía que él debía haberla retenido de la misma manera que retenía su orgullo. Era consciente de que ella era capaz de pisar, machacar y hasta quemar su orgullo con tal de no decir nunca la verdad, no mientras él se lo hubiese pedido. Por su futuro, su amistad, sus juegos... ¿Pero qué había de sus sentimientos?
Amaia se sentía confundida. Sabía que saldría de esta. Eso dijo hace un año. Y quizás hubiese sido más fácil si no le hubiese dejado entorpecer el paso. Pero ¿Y ahora? ¿Sería ahora fácil o... sería un auténtico infierno?
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