A veces uno se tiene que marchar. Lejos. Coger ese tren y desear no volver. A veces ocurre cuando quieres huir de tus propios fantasmas. No siempre da resultado pero lo bonito es intentarlo. Sólo quería un abrazo. Y lo conseguí. Ahí quise mirarte a los ojos. Seguramente después hubiese deseado besarte. O a lo mejor me hubiese quedado quieta sin ningún tipo de impulso. Al igual que te seguía de un lado a otro y hubiese deseado que fuese uno de nuestros juegos. Aquí te pillo, aquí te mato, literal. Pero ni tu querías besarme ni yo quería que descubrieras que iba a lloré. Y lloré. Mucho. En cuanto di la vuelta sin mirar hacia atrás. Y sé que sería capaz de recorrer mil kilómetros con tal de volver a verte. Pero no puedo seguir llorándote. No puedo seguir abrazando a mi madre en busca de un porqué. No puedo beber, copa tras copa, no puedo estar desde las doce de la mañana levemente sobria. No puedo entoxicar mis pulmones como si se trataran de fuegos artificiales. Y no puedo soñarte. Pero te deseo lo mejor, de todo corazón. Y espero que un día vuelvas y me cuentes que eres feliz. Me haría feliz saber que te enamoraste, que encontraste la musa que patentizó tu canción. Que soñaste tanto que agotaste el colchón.
Mientras yo me quedaré aquí. Seguramente te espere indirectamente esperando a que el tiempo te haga madurar y que si no has cambiado de opinión entiendas que apoyé cualquier decisión. Y que aún estando a mi lado, te hubiese alentado a marcharte. Porque huir, no es la respuesta pero vivir es alcanzar tus metas.
Mientras vivas seré feliz. Mientras, yo, seguiré huyendo lejos de tus fantasmas, lejos de tu olor, pero no prometo no derramar ni una sola lágrima. Ni olvidar dedicarte una gota de alcohol.
Palabras que anuncian las despedidas anticipadas, que explotan en mil pedazos cuando se callan, que suben por tu garganta entre cortadas, que matan.
Me pierdo pensando en nosotros y juro que no me arrepiento, de haberte entregado la vida me queda lo bueno, te miro a los ojos y sé que ha llegado el momento, y tiemblo. Cansada, de no parar de dar vueltas en nuestra cama, volando en paracaídas por esta casa, buscando rastros de vida, no queda nada, que valga, me pierdo, pensando en nosotros. Siempre pensaré que te encontró mi estrella de la buena suerte, no sé cómo curarme el corazón. Y ahora que está claro que ninguno de los dos fue tan valiente, me pierdo entre la gente y tú te marchas, y no sé me ocurre decir ni una sola palabra que acabe con este silencio que ahora me alcanza. Y muero matando, te beso despacio y te digo que solo el amor ya no basta, mis años mi vida mis noches en siete palabras. Hoy te marchas y el silencio que entró en mi alma sólo mira por la ventana para verte gritar, ya no queda entre nosotros nada, se acabaron nuestras palabras, el recuerdo que no se marcha hoy se quiere quedar.
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