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Debí haberle echado el lazo al caballo cuando tuve oportunidad. Ahora, actualmente, se me ha escapado y con él, mi libertad. Pero me gusta que esté con él, lejos, distante, pero a la vez tan cerca. Que cuando me necesite venga a mi buscando cierto cariño entre mi regazo. Es esa clase de personas que posiblemente si me pongo a contar, me haga menos de reír, que de llorar. Aunque esos momentos en los que la rabia se apodere de mi cuerpo y quiera empujarle lejos, serán los que me llenen cuando no esté, solo recordando la de veces en que la cagué, en la que jugábamos a un tira y afloja en el que el final dependía de su decisión. Ahora sí, luego no. Tan bipolar como siempre. Hoy somos, mañana no te conozco. En ocasiones me entristece creer que no soy nada para él pero me lo recompensas con algún momento tierno acompañado de un buen recuerdo. Pero odio esa manera que tiene de hacerme la persona más feliz de este ecosistema y arrebátarme cualquier sentimiento con un gesto. Ya sea dándome la espalda, con unas palabras mal dichas o bordes, sin un abrazo ni un hasta luego. Esos detalles que te marcan muy dentro. Odio la manera en la que me hace sentir la mayor escoria de este mundo, culpándome de cualquier situación embarazosa o desagradable para su ser, también odio esa manía de decir frases por lo bajo como si creyera que no le escucho, me atraviesan como si de balas se trataran. Pero tampoco tengo palabras en mi defensas y menos ante un "no eres nada sin mi". No sé lo que soy, no sé a que se debe esta debilidad, no sé de dónde saco las fuerzas cuando se trata de mantenerte a mi lado. No eres un príncipe azul que mima a su princesa, eres un mustang, un maldito mustang que trata de dominar a otro. Hay algo que está mal... Pero aún así no cambiaría las cosas, quizás ese sea el problema, que ya es tarde para reconstruír la base y tampoco me iba a esforzar. Hay algo que me encanta en esta trama de mi vida y aunque me duela, a veces me haga querer llorar, no lo cambiaría por nada.