lunes
No es la primera vez que me planteo de dónde vengo. Con el tiempo he llegado a la conclusión de que soy una fusión entre la educación de una madre cristiana que, a mi buen parecer, tiene problemas con Dios, y un padre que desde niño le enseñaron a contar consigo mismo. Ojala solo fuese eso. El espíritu bohemio de mi tía, la alegría de mi abuela y la valentía de él. El amor por los bichos no sé dónde lo encontré, esa estúpida obsesión por la felicidad, la libertad, alguien me la regaló. Al igual que me enseñaron a sonreír, a quién sea, conocido, desconocido o mendigo. No tiene importancia. Vengo de una familia que, aunque lo nieguen, tienden a distinguir razas mientras para mí no hay distinción. Me dijeron que siempre hay que ayudar pero ¿ayudar a quién? A veces uno mismo es quién necesita ser rescatado y aún así tira redes al mar a ver si otro pez puede ser salvado. Entonces me pierdo, descoloca mi mente, vivo educada y fusionada con unos principios que, sin yo saberlo, se contradicen y chocan, después lo que sucede no tiene remedio. Actos, sin razón, algún whisky a falta de ron y después espero a que ocurra, que me juzguen y den un veredicto. Es lo que tienen las almas condenadas, son esclavas de la luna, de algunas cosas que carecen de cordura, encuentros a solas con las noches, se estremece.... y golpea las paredes.
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