A lo largo de la vida suceden grandes cambios. Creces, te haces mayor, aquello que parecía vital pasa a ser innecesario en tus días. Cambian las prioridades, la manera de ver las cosas (imagino). El ser Humano es un animal que se basa en los hábitos, lo cual conlleva al aprendizaje. Aprender no es más que una constante repetición que acaba formando parte de nuestras vidas. Pero aprender no siempre es un refuerzo positivo, también existen los malos hábitos. Cómo por ejemplo el autoengaño.
El autoengaño no es más que un mecanismo de defensa propia que las personas vamos adquiriendo a lo largo de los años. Ojo, no todas. Nos hace vivir con miedo, con las emociones a flor de pie, desorientados y siempre alerta. Porque venga lo que venga no será bueno para ti. Quizás porque no crees que sea merecido, quizás por que no lo ves justo o simplemente porque no quieres acabar herido. Entonces un día te enamoras, y no te das cuenta. Y te hacen daño. Y lo admites a los años. Y otra vez te hacen daño, pero ya no te enamoras. Solo quieres, aguantas. Porque has adquirido el hábito que todo aquello que quieres te acabará matando.
¿Cómo acabar con ese mal hábito? No hay manera. De ninguna forma.
Hasta que un día te das cuenta de que llevas meses pisando las mismas calles. Que el olor de un hogar que no es el tuyo te hace sentirte tan seguro que hasta dejas de luchar contra tus "enemigos" y te das por vencido. Tanto que hasta te quedas dormido aferrándote a esa sensación de cariño. Tus días son siempre los mismos, coger el autobús, luego el tren y llegas a tu destino. Se hace de noche, muy de noche y coges el tren, el autobús y de vuelta en casa. Pero sorprendentemente dentro de esa rutina hay un solo factor que altera el producto, que genera el motivo de tu sonrisa. Y aquello que parece igual día tras día se convierte en único.
Cuando te quieres dar cuenta, has bajado la guardia. No más tensión en el cuerpo a menos que sea para acabar con las bragas mojadas. No más pasos con cautela mirando a ver dónde pisas, no vaya a ser que llueva. No más planes de huída ni conciencias intranquilas. Olvidas tu rutina mental diaria negándote a querer por el daño que te puedan hacer. Pero te das cuenta de que no es vivir. Porque si uno tiene que autoengañarse y no ser feliz, prefiero tener esta sonrisa desde primera hora de la mañana y aceptar que estoy enamorada.
Y por una vez maldigo.. ¡Joder, que suerte la mía tenerte!
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