Normalmente uno cree que es fuerte. Estoy acostumbrada a escucharlo, que soy fuerte, que nada me vence. Llegó un punto que hasta creí ser consciente. Soy esa clase de persona que después de años creciendo, construyendo unos pilares, superando miedos, era incapaz de creer que alguien podía mirarse en el espejo y sentir asco. Se que existe esa sensación, es solo que llevaba tiempo sin vivirlo pensando que es esa etapa de la adolescencia que vive toda chica estúpida y enamorada. Hasta hace dos semanas. Dos semanas que todas esas sensaciones malas existentes en el mundo forman un solo sentimiento. Ira, rabia, soledad, miedo. Tristeza.
Sientes que todo aquello sobre lo que tenías control te supera y no tienes donde agarrarte. Te miras en el espejo y no ves más que un saco de huesos que a veces cuestionas como puede respirar. Y lo hace, y no estas tan delgada, ni eres fea, ni te ves mal. Pero lo sientes así. Sientes que solo el poder del maquillaje puede iluminar tu rostro. Hasta que cuando has acabado, empiezan a caer las lágrimas. Y ahora no eres más que un lienzo mal hecho. Y te duele ver como brotan esas minúsculas gotas en la comisura de tus ojos. Esos que tanto adoras.
Por ti, ni te quitarías el pijama ya que no existen buenos días. Simplemente, llegan los cambios. No sabes como. Ni que hacer. Solo sabes que tienes que salir a la calle y cumplir con las expectativas del mundo. Además, eres tan jodidamente egoísta que no compartirás tus emociones con quien te rodea. Ni con quien te importa. Aún así sonríes, pones buena cara y de vez en cuando te delata alguna borderia.
Por ti, ni te quitarías el pijama ya que no existen buenos días. Simplemente, llegan los cambios. No sabes como. Ni que hacer. Solo sabes que tienes que salir a la calle y cumplir con las expectativas del mundo. Además, eres tan jodidamente egoísta que no compartirás tus emociones con quien te rodea. Ni con quien te importa. Aún así sonríes, pones buena cara y de vez en cuando te delata alguna borderia.
Te sientes sola, porque pasas tiempo a solas machacando tu cerebro con miles de pensamientos, malos, buenos. Tu cuerpo sabe que llegará una guerra pero no está seguro de si quiere luchar.
Hace exactamente diez meses que no sufría un ataque de pánico. Donde no puedes respirar, tu cuerpo no responde y lo único que haces es jadear mientras contienes las lágrimas.
Te sientes mal, te sientes vulnerable y no sabes ni siquiera con quien hablar. Son muchos cambios, son demasiadas cadenas arrastrando: es demasiado. Ya no eres fuerte, ya no tienes una fachada que te protege.
No tienes motivación, ganas, fuerzas, aire ni sonrisas que regalar. No eres tu. Y simplemente te gustaría dejar de ser "Alegría" arrastrando a tristeza y viendo lo bueno en ella. Te gustaría ser tristeza y que tiraran de ti. Que te miraran y entendieran que a veces esta bien sentirse mal. Es necesario. Y no dejar de ser quien eres de todos modos.
Y cuando decides coger aire y amarte de valor, es cuando llega el golpe. Un golpe que no sólo te afecta a ti. Donde tienes que volver a armarte de fuerza y ser la alegría de los demás, tirando, sonriendo, haciéndoles sentir paz. Entonces te das cuenta de que al parecer no es justo que tu puedas estar triste.
Simplemente a veces es demasiado.
Demasiado.
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