Tú querías imposibles. Querías que existiera la perfección y la querías en mi. Quizás en mi forma de hablar, en mis gestos, que siempre sonriese y asintiese con la cabeza, cómo las niñas buenas. Seguramente que en ti creía la posibilidad de que fuera la mejor de mi promoción, o que fuera la mejor en algo. Así quizás tendrías algo de lo que presumir. Querías que aprendiese de ti, que fuera la viva imagen de lo que conseguiste a lo largo de los años. Educada, inteligente, dejarme un legado de ti. Que creyese, tuviese fe y le diera las gracias a Dios todas las noches.
Te diré que pides imposibles cuando la vida desde el principio me enseñó que no es así. Me enseñó que la vergüenza hace que los demás se rían de ti y que si eres niña, eres débil y nadie te va a elegir. Al menos no en su equipo de football. Me enseñó que cuando a los niños les gustas en vez de ser buenos contigo, te hacen daño, hasta que sangre y así tengo las rodillas de tantos empujones. Tengo hasta una foto de mi último curso con heridas y lágrimas en la cara.
Me enseñó a que si quería que me respetaran tenía que demostrarles que se equivocaban y por ello me hice fuerte y decidí plantar cara por aquellos que me importaban. Incluso enseñaba los dientes, a veces hasta mordía. Y así conseguí que mis amigos buscaran protección en mí. Porque verás, la vida me enseñó que las mujeres no somos fuertes. Y yo decidí que no sería así.
Nunca quise aprender porque quería ser única, la mejor versión de mi misma. Por eso quemé platos, rompí vaqueros y llené ordenadores de virus. Porque si quería hacerlo, iba a ser sola. No creo que sea egoísmo, más bien autosuficiencia. Por eso ahorré dinero, compré herramientas y me monté una Bici. Un día hasta hice un skate con lo que sobró de la tarima de mi cuarto. Me corté dedos, me llené de moratones, incluso alguna vez me electrocuté. Pero no hay mayor orgullo que abrir la capota del coche y solucionar el problema tu sola.
No creo en un Dios como cree la Iglesia. No creo en la Biblia, no creo en Jesús. Que lo que contó Jesús no siempre fue justo y menos sabio. No creo en una entidad que crea que yo he venido a este mundo para dar hijos y criarlos. Ni en un colectivo que me apedrearía por decidir que hago con mi cuerpo. No creo en Dios porque me dijiste que él es dueño de mi cuerpo. Y créeme, para mí MI cuerpo es mi mejor lienzo, ¿o acaso él es el que me ayuda a provocarme estos orgasmos? No creo en un grupo que me tacha por hacer el bien y el mal cuando ellos mismos se engañan a si mismos. Y dice Dios que no hay que pecar de PENSAMIENTO, palabra u OMISIÓN.Y verás, creo que tu estás en este colectivo.
No tengo que creer en un culto para creer en la Bondad del pueblo. No necesito creer que alguien vigila mis actos para ser solidaria. Eso me lo enseñaste TÚ. Y no un edificio, ni los Domingos. Creo en el ciclo de la naturaleza, en que todo lo malo vuelve y lo bueno tiene su recompensa. Creo que la libertad es libertad y no una correa demasiado larga de la que a veces puedes tirar. Creo que para tener valores, vida, y un lugar en esta vida, no tienes que ser cristiano. Tienes que creer. Y para creer tienes que creer en ti mismo. Y creer en el de al lado, sin pisotearlo.
Y te diré que la vida me ha enseñado a amar demasiado para poco rato. Que me quitó mis valores y aún así seguí creyendo que algún día alguien me abrazaría hasta cuando no entendiese mis lágrimas y me hiciese dormir. Si después de aquello sigues sin creer que no creo, es que no entiendes que es la fe. Porque la fe, no es creer en alguien superior para demostrarle que haces el bien. La fe es creer ciegamente en que la vida será mejor. Y eso es para mí el amor. Mi amor hacia la naturaleza, mi vida sin ella no podría existir.
La vida me ha enseñado a olvidar lo malo y recordar lo bueno. Incluso cuando me sentí humillada. Por ellos soy lo que soy y vivo como vivo. El problema es que tu no lo sabes. Porque no soy perfecta, no soy la versión mejorada de ti misma. Y nunca lo entenderás. Lo siento, pero para mí es tarde.