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Estoy tirada en el sofá, dándole vueltas al mismo café que aún no ha perdido su sabor, aunque está frío. Ha sido una tarde de mucho estudio y esto no es más que un descanso. Un descanso para asimilar y preguntarme ¿Qué ha sido eso? La hora y pico más rara que he vivido. Eran las ganas de abandonarte en aquel banco cual perro viejo renegándote un beso, quedarme y esperar a que algo se encendiera en esta cabeza. Podría haber llorado pero la muy estúpida te ha abrazado, la verdad, lo estaba deseando. Quise quedarme horas en esa postura aún pareciendo que no iba a terminar. No lo sé, de verdad que no lo sé. No pensé que llegaría a estar tan confundida. Quizás no llore y mantuve mi compostura al ver como derrochabas sinceridad, cómo tu sonrisa se torcía tratando de alegrarme un poco el día. Me dedicaste la sonrisa más rota que jamás he visto. Y eso me dolió. Me dolió imaginar que te he llegado a importar tanto como para que esto te haga daño. Pero no puedo evitar sentirme un peón a la derecha, la estúpida que siempre se mantiene firme a un lado esperando a que todo  pase. Remplazada por amigos, abandonada en el ámbito familiar, marginada en la sociedad. Todos tenemos nuestro pasado, tus fantasmas han venido a atormentarte y bueno, es al fin y al cabo algo tuyo pero... ¿Y yo? ¿Qué se supone que tengo que hacer? ¿Ver como te consumes? ¿Soñar con que esta pesadilla termine? Aposté, era mi jugada hasta que llegó ella y me hizo dudar de mi posición. Me hizo dudar de lo que tu quieres, de lo que yo siento y de como va a terminar. Y no temblé porque mi cuerpo dejo de respirar. Puedo seguir luchando, al fin y al cabo, mi función siempre fue sacar sonrisas a la multitud y cómo iba a faltar la tuya. Soy capaz de mantenerme en vela solo si te saco una sonrisa, si me prometes que de una manera u otra te hago feliz. Pero no me digas que piensas en ella cuando estás conmigo porque entonces... No lo sé, no entiendo este sentimiento que me empieza a nacer de dentro...