Recuerdo la vez que te dije que no era fuerte. Tu cara fue una mezcla de sorpresa y decepción. Aunque hay que ser realista, no lo soy, ni lo seré. No es de fuertes evitar tu malestar y sonreír a todos lados. Tampoco lo es estar a solas y cuestionarte los por qués. Siempre me he considerado una persona liberal, respetuosa, que entiende que todos tenemos nuestros asuntos a parte y no hay que entrometerse. Y lo entiendo.
También sé que soy una persona que antepone ciertas cosas a pesar de tener que centrarse en otras. Admito que estoy muy asustada. Que estos días para mí han sido una pesadilla. Desde el primer examen hasta el primer día de clase. Todos los días, incluso los que estaba lejos de Madrid, estaba asustada. Asustada de no saber si me iban a llamar, asustada de que quizás otra vez tendría que empezar el mismo ritual o, por el contrario, empezar una nueva vida. Y sigo asustada ahora que está todo hecho.
Y aunque me digan que todo era muy obvio, que lo iba a conseguir, estoy harta de pensar en los demás. No me gusta pensar en como animarte, en convencerte de que estás en lo correcto o hacer que te replantees tu decisión. Estoy harta de que a veces, solo quiero hablar, contar mi primer día, por ejemplo, y que compartan mis alegrías. A veces simplemente quiero un abrazo y que me digan que todo va a salir bien. Simplemente quería leer o escuchar que nada va a cambiar, que siempre nacerá la misma ilusión al verme. Me hubiese gustado saber que soy un apoyo moral para tu vida. No haber leído "no sabemos que puede pasar"
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