Soy esa máquina de escribir que ya nadie usa por el miedo a equivocarse, porque la tinta no se puede borrar. Y guardan en un armario junto a todo lo bello que no sabrán domesticar nunca.
Soy recuerdo.
Soy un seguro de muerte, al menos estoy segura de algo: yo no quiero a alguien seguro de lo que quiere. Yo quiero a alguien seguro de que me quiere.
Y ya está. Que nunca deje de dudar, pero que me tenga claro. Que me tenga, claro. Y que me ame oscura.
Todo esto lo digo porque en algún momento noté la hierba fría, y deseé que Roma ardiese. Y que todos los caminos llevasen a casa.
sólo encontré más caminos
una carta de renuncia de la casa
y una escopeta cargada
de indiferencia.
Ojalá nadie vuelva a subirme al cielo
si luego piensa soltarme.
Es de muy mala educación hablar de vértigo
si no has estado a mi altura.
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