Me gusta cuando sonríes. Aunque creo que eso lo sabes. No soy el primero que te lo habrá dicho. Pero también me gusta cuando no te callas, y hablas, hablas, hablas y hablas. Y te sube la euforia y a veces creo que te vas a ahogar. O cuando achinas los ojos tratando de matarme con la mirada, aunque no te des cuenta de lo adorable que te pones. ¡Si! ¡Justo así! Me gustan tus caras, sobretodo cuando pones esa de circunstancia y tratas de levantar una ceja, pero no, levantas las dos, o bajas las dos. Frunces el ceño.
Me gusta decirte estas cosas porque sé que te sacan de quicio y siembran un jardín de hematomas en mi hombro, porque tu única manera de defenderte es a base de puñetazos. Suaves, pero con rabia. Porque no sabes controlarte. Y eso me encanta.
Me gusta pasear contigo por Madrid aunque me saque de mis casillas. Porque no sé como todos te miran. Incluso esa chica tan guapa. No se si me da envidia o celos. Y tú tan normal. Haces que cualquier día sea especial Cruzas sin mirar y si lo haces tratas de provocar un choque brutal. Pero te vuelves a cruzar. Vas tan acelerada que has hecho de tu carril la izquierda, aunque te falta acera.
Porque todos son imbéciles pero tu no te enfadas. Sonríes ¿Cómo lo haces qué no ves maldad? ¡La gente es mala! Y tú solo me replicas que crees querer creer en la bondad de los demás.
Y te caes. Eres pura torpeza. Lo cual no sé si me hace gracia o me transmite pena. Eres luz, deberías saberlo. Pero todo esto que te escribo, bueno, te lo digo, porque te lo he dicho ahora, el año pasado y todos los que han pasado, ya te lo habrán dicho todos los chicos.
¿Me equivoco? Saliendo de mi no va a ser que sea diferente. Pero si no lo entiendes...
Deberías dejar de luchar.
Y cuando sientas celos del aire que roza su garganta, amor, vas a acordarte de mi
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