Se me olvidó lo que era un teclado. Se me olvidó lo que era plasmar palabras que apenas nadie lea. Es posible que el tiempo sea muy valioso, quizás tengamos que aprovecharlo pero no estoy segura de quedarme con esa sensación. He extrañado cosas, he tenido la oportunidad de conocer un mundo totalmente nuevo, gente con distintas aficiones y sueños. Gente fría y pija, gente loca y rockera, gente amarga y pegajosa. Tener la oportunidad de vivir nuevas sensaciones, de conocer a las personas en algo que se repite una de cada tantas veces en la vida. Aunque no todo es positivo, las personas con el tiempo se vuelven susceptibles, amargas, surgen roces entre las mentes. Las calles se tornan grises cansadas de la rutina, la cabeza se vuelve loca de tanta macedonia de idiomas, las cosas pierden sentido y no sabes si quieres regresar a casa. Deseas coger la botella de Vodka y beber, quieres jugar con el humo del cigarro en compañía de un completo desconocido, te gusta la adrenalina que corre por tu cuerpo al beber sin ningún sentido. Te gusta todo pero a la vez lo odias. Odias tener que aguantar a ocho zorras rubias muertas de envidia pero te encanta que te aplaudan por ser de aquellas pocas. Odias la frialdad de sus gestos pero te encanta robarles un abrazo acompañado de una sonrisa de vez en cuando. Odias las veintidós horas de sol pero me encantan los colores que se torna el cielo. Pero he visto cosas, las he sentido, las he sufrido y las he padecido. Porque cuando lo único que duermes son cuatro horas máximas y tienes la sensación de que tienes hambre, piensas, recapacitas, y recuerdas lo que realmente necesitas. Hay cosas que no cambian, otras, demasiado. La cabeza da vueltas por lo que nunca sabes con que sorprenderla. Cambios, trastornos, reflexiones y muchos pensamientos que desembocarán en decisiones. No recuerdo como se habla y no recuerdo como uno se expresaba.
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