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Solo compartí el misterio de ese lugar con una persona, importante, sin duda, autor de nuestro hallazgo. Pero hoy me vi con la suficiente confianza de llevar a alguien más a mi escondite, donde suelo acallar mis dudas con el reflejo del atardecer. Y es que es mágico, las personas lloran, la piel se eriza y mi corazón empieza a bombear. Con fuerza, que se note que estoy nerviosa, que me falta un paso para estar al filo de una gran caída dónde solo habrá cristales rotos. No podría explicar como es que tu voz me tranquiliza, como quitas mis miedos, realmente lo haces o por lo menos me das a entender que las cosas, no van tan mal. Loca, chiflada, maldita, atontada. Yo me quedo con incomparable. Y no cambiaré de opinión. Porque entiendo que te veas viejo, tan solo y moribundo, pero almendro, eres fuerte, más que un roble y aunque me sujetes en lo alto y el viento intente tumbarte, sigues firme, estable. Me arropas entre tu corteza y las hojas y me siento bien tan alto. El silencio es el mejor regalo que me podrías haber dado, el mecer que enreda mis pelos y una voz, que todos imaginamos a conciencia propia, sabiendo que no estábamos solos. Ojala un día pueda llevarte a conocer mis secretos hasta que tengas miedo, me gustaría poder llevarte aun callando mis sueños. Espero que un día, tenga las agallas suficientes de darme la vuelta y decirte todo esto que te tengo que decir.

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