sábado
Hace frío en la calle, lo sé porque hace un momento he subido a casa después de una aventura extraña. Cómo se puede complicar un día, aunque a veces da sus alegrías. Ahora mismo me gustaría tener algo de sustancia entre mis labios, a quizás un whisky estaría de sobra. No me apoyo en la ventana como hago normalmente, esto es distinto, escribo en un portátil mientras el torpe de mi gato está tumbado sobre mi pecho, estorbando con el cono que le enreda el cuello. Aún así no me enfado con él y le doy todo mi cariño. Aprendí a evadirme mediante una manera más sutil, con el vaivén del humo entrando por los poros de mi piel, respirando, ese olor que no es amargo como el tabaco. Mi primera faceta es esa, cobarde, fugitiva, tramposa... y unas cuantas más. Pero hoy un amigo me ha dado a entender que no buscamos ese medio para reír o simplemente colocarnos. El caso es que tenemos secretos tan grandes que en ese momento es cuando acordamos un trato de paz y los olvidamos, los hacemos libres de cualquier razón... sin que nadie sepa de su existencia. Es una estabilidad entre la perfección y la realidad aunque siempre recaigamos en la crueldad. Ando un poco cansada de lo que es cada mañana, despertarse, un día más, si no es en clase a estudiar, si no es a estudiar es a clase y algún que otro día salgo, y me reuno ¿con quién? Amigos, sí, lo son, pero a veces son desconocidos porque me desconozco yo. Hubo algo en tí que me marco, algo que te llevaste y me dejaste sin razón. No sé si quiero recuperarlo, quizás así este bien, inútil para tí, innecesario para mí. Lo curioso es que vuelvo a nacer cuando estoy con él y tu... eres un mero recuerdo. Caemos una y otra ves ¿Lo recuerdas? Pero eso ahora no importa. Nada importa. Ni tú, ni yo, ni nadie. No importa como te sientas ni lo que piensas, tampoco lo que ves, si tienes ganas de hablar o lloras. NADA.
Y yo aqui, metiendo mis morros en el cono para poder darle un besiño a mi gato
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