Me desperté en mitad de la noche con mono de algo, no sé de qué. Supuse que lo que tenía era sed así que bebí agua pero no me complació, entonces cogí una botella de coca-cola y cuando empecé, ya no supe parar. Una pequeña experiencia que me recordó a tí. Es como gritar pero sin que nadie te oiga. Casi te sientes avergonzada de que alguien sea tan importante, de que te sientes como si fueras nada. Nadie podrá entender cuánto duele. Te sientes sin esperanza como si nada pudiera salvarte. Y cuando todo se termina y ya se ha ido, hasta deseas que todo lo malo regrese para que al menos también puedas tener lo bueno de vuelta. No es el fin del mundo, para nada, hay personas con casos peores. Pero yo al menos esperaba un punto final pero no son más que... puntos suspensivos.
Dónde decidiste marcharte sin explicaciones en el momento menos esperado.
Lo peor del amor, cuando termina, son las habitaciones ventiladas, el solo de pijamas con sordina, la adrenalina en camas separadas. Lo malo del después son los despojos que embalsaman los pájaros del sueño, los teléfonos que hablan con los ojos, el sístole sin diástole ni dueño. Lo más ingrato es encalar la casa, remendar las virtudes veniales, condenar a galeras los archivos. Lo atroz de la pasión es cuando pasa, cuando, al punto final de los finales, no le siguen dos puntos suspensivos…
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario