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martes

Ingénua


-Delirabas.

Abrí los ojos lentamente y noté la mano de Lurid sobre mi rostro, aparentemente como si fuera una caricia. Noté mi cuerpo húmedo y entonces compaginé la única palabra que había pronunciado para comprobar que todo ello era sudor. Otra cosa que me sorprendió es que estaba en ropa interior y que estaba en la cama de Lurid, recostada sobre su regazo ¿Había pasado así la noche? Por un instante tuve la necesidad de apartarme violentamente. No fue necesario, era ridículo negar que estaba cómoda junto a él, abrazándome, acariciándome… aún podía sentir las cosquillas por mi piel y su sonrisa a un par de centímetros de mi boca.

-¿Te encuentras mejor?- Esa sonrisa… ¿Qué si me encontraba mejor? ¿Dónde encontraría mejor sensación? Me limité a embozar una sonrisa y levemente asentí.-Me alegro, tienes suerte de que sea mañana cuándo empiezan las prácticas.

Soltó mi mano, alejó la otra de mi rostro y se incorporó. Lo había destrozado todo. Como a un niño que le quitas su juguete me levanté también con la intención de sujetarle hasta que fui consciente de que era ridículo.

-Oye Lurid-No quise dejarle ni que cambiara las ropas, que por cierto eran las mismas del día anterior.-Entre nosotros ¿Las cosas están bien?


Suspiró. Se quitó la camisa dejando el torso al aire. Desgraciadamente para mi no había ningún espejo delante que me permitiese admirarlo.

-Te refieres a…-Dudó mientras acudía al baño en busca de una toalla.- ¿tu numerito de anoche por las calles del fantasmal Berlín?-Iba a responder pero él seguía paseando de aquí a allá con movimientos sarcásticos.-O quizás… ¡ya lo sé! A tu numerito con Ann

Lo sabía. Sabía que lo habíamos planeado.



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