Que tú no lo entiendes. Creo que nadie lo entiende por el mero hecho de que sois demasiado simples. O yo demasiado destructiva. Quién eres tú para hablarme a mí sobre mí, que convivo a diario y sé cuales son mis fallos. Crees saber cómo soy, cómo me comporto, hasta cuánto peso. Deberías saber que me entristeces, me entritecéis porque lo echáis de menos. Claro que estaba bien ser sumisa, de boca callada y sonrisa bonita. A mi también me gustaría que me dieran la razón y me vieran cómo un Dios. Pero toda belleza deja de ser bella si sus actos demuestran lo contrario.
Echáis de menos el sexo, la risa y sobretodo el ego que os crecía de poder hacerme llorar. Hasta que crecí y decidí darme una oportunidad a mi misma. Sois de boca grande y palabras pequeñas. Ladráis a lo desconocido y os da miedo que algo haya cambiado. Que haya cambiado y qué donde tu llamabas yo estaba ahí.
Me costó años entenderlo y sobretodo llegar hasta aqu(t)í. Por eso no juzgues mis valores, no juzgues mi forma de hablar, ni mis gestos, mi mirada. Ni nada. No lo hagas porque no quiero hacerlo. Porque no tengo derecho y tu no deberías creer tenerlo. Vives con miedo. No tener miedo a la muerte es exactamente lo mismo que tenerlo a absolutamente todo. Libérate, de verdad, toma este consejo.
Tengo veintidós años y no he vivido nada.
Soy una niñata, malcriada, egoísta, egocéntrica, petarda, presumida y sinvergüenza. Soy de barrio. Soy vegana, una tarada y actriz porno. Soy lesbiana. Feminazi hasta las trancas. Soy irrespetuosa, borde y prepotente. Inútil, frustrada y mal parada. Cobarde. Sabelotodo. Soy Nada.
Y Nada tiene tiene el alma callada, porque todos saben lo que es nada. Nadie habla el lenguaje de Nada. Nada a veces cierra los ojos en lo que tararea una palabra mientras conduce. Luego piensa en tumbarse en la cama. O en el montón de tratamientos que viviría en la cama de un hospital sin libros. Porque sería de esperar que en susodicho accidente, no le ocurriese nada.
Pero que no hubiese en mí una sola huella de tu paso por mi vida, que nunca volvieses a pensar que alguien que viene de otro planeta- y tiene que adaptarse a vivir en este- podría amarte en su idioma. Que no te quedase ni la más mínima duda de que sin mí serías feliz en aquel rebaño en el que confundías ovejas negras con sucias. Gente destacando entre la mediocridad con gente extraordinaria. Moscas entre la mierda con mariposas.
Que no te quedase ninguna duda de tu ignorancia. Que murieses cálido y abandonado en una residencia con vistas al mar, con la certeza de no haber vivido ni más ni menos que cualquiera de las réplicas geriátricas que te acompañan.
Que te murieses como los que eligen vivir siempre rodeados: Solo. Que de mi a partir de ahora sólo era digna de morir yo.
Por la noche no supe distinguir el sueño del dolor, pero no hice ningún esfuerzo por mantenerme despierta. De haber despertado sin vida esta mañana seguro que todos se habrían dado cuenta menos yo.
Por que soy Nada. Nada de lo que conoces. Pero soy lo que hablan.