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martes

Hace muchos años vendí mi libertad a cambio de dos míseros abrazos. Las condiciones eran sencillas, que fueran sinceros. La ironía fue que aprendí lo que era la libertad el mismo mes que la perdí. Saltando, luchando, gritando, besando... pero nunca abrazados. Era listo el diablo. Le regaló mi libertad a la misma persona que me la arrebató. A cambio de dos míseros abrazos, los cuales recuerdo como si estuviéramos piel con piel. ¿Valió la pena? Créeme, supe lo que era la libertad cautiva entre sus brazos.

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