El otro día pasó un tren frente a mí. Tuve miedo, todo hay que reconocerlo, pensé que por instinto me subiría a él y me alejaría de todo (como siempre). Que huiría... No fue así, me limité a ver como se alejaban los vagones del andén. Seguidamente miré a los raíles y me planteé la posibilidad de salir corriendo y seguirle, que me llevara lejos, subirme aunque sea por la escalera de incendios. Pero me quedé, algo me retuvo y me quedé con la sensación de que todo iría bien. Aún con los escalofríos en mi cuerpo o la carrera de tus dedos sobre mi piel. Con el hablar del viento cuando lo único que se escucha es silencio. Algún recuerdo... ¡vago recuerdo! Nítido, nublado, invisíble... Un hermitaño por aqui andando ¿qué querrá decirme? No voy a hacerme la tonta, lo sé. Tararearé alguna que otra canción, me emocionaré con una de las más sencillas escenas que no aparecen en televisión y me quedaré, ya lo sé que me quedaré, porque me siento bien, porque no me importa que hacer... ¿Y si...? ¿Y Si en ese tren estuvieras tú...?
No sé cuántas veces podría quedarme dormida entre tus brazos, tampoco podría explicarte cuánto te he echado de menos ni lo feliz que me hace que te quedes. El perfecto movimiento de tus dedos acompañados de un áspero tacto al cual ya me he acostumbrado, el estremecer que provoca, buscar un hueco en tu cuerpo dónde poder esconderme. Al igual que cuando miras, la timidez de no poder aguantar el peso de tu mirada sobre la mía, tic-tac, el tiempo pasa pero tu corazón pierde la marcha, despacio, lento, avanza y se dispara. No te escondas, no te enfades si me quedo con la cama porque sabes que volveré al suelo solo para eso, para estar contigo. Y perdóname si estoy zumbada, o soy una rayada ¡o una pesada! Pero quiero hacerlo bien, porque me encantas...
-El otro día me leyeron las cartas. Fue realmente curioso.Todo se desvanece por momentos. Las palabras brotan como cuchillos ¡hrr! Ya han marcado otra cicatriz. Pero empiezo a tomarlo como rutina y la solución sería dejar de hablarlo. Siempre la misma tontería y el roce de ideas. Tú no eres yo, yo no soy tú. ¿Te gusta? No, a mí tampoco. Es lo que hay. No solo eres tú, también soy yo. Te pones en mitad de mi camino como si creyeras tener algún privilegio, piensas que no cuento contigo, es un trato limpio. Y es que siempre es lo mismo. Y tú, si, TÚ, ya no sé que pensar.
Un café... Un café ahora que los cigarros no hacen falta, ahora en esta mañana porque hace frío cuando me asomo a la ventana. Pero siento que el viento me habla y que dentro de poco me cruzaré con tu sonrisa, una de estas mañanas. No sé cuando pero esperaré. Y siento echarte tanto de menos, querer abrazarte para no soltarte pero es que quizás eres eso que estaba buscando. No lo sé, no quiero idealizarte. Y si tu no sientes lo mismo... fíngelo, o mejor no.
Solo compartí el misterio de ese lugar con una persona, importante, sin duda, autor de nuestro hallazgo. Pero hoy me vi con la suficiente confianza de llevar a alguien más a mi escondite, donde suelo acallar mis dudas con el reflejo del atardecer. Y es que es mágico, las personas lloran, la piel se eriza y mi corazón empieza a bombear. Con fuerza, que se note que estoy nerviosa, que me falta un paso para estar al filo de una gran caída dónde solo habrá cristales rotos. No podría explicar como es que tu voz me tranquiliza, como quitas mis miedos, realmente lo haces o por lo menos me das a entender que las cosas, no van tan mal. Loca, chiflada, maldita, atontada. Yo me quedo con incomparable. Y no cambiaré de opinión. Porque entiendo que te veas viejo, tan solo y moribundo, pero almendro, eres fuerte, más que un roble y aunque me sujetes en lo alto y el viento intente tumbarte, sigues firme, estable. Me arropas entre tu corteza y las hojas y me siento bien tan alto. El silencio es el mejor regalo que me podrías haber dado, el mecer que enreda mis pelos y una voz, que todos imaginamos a conciencia propia, sabiendo que no estábamos solos. Ojala un día pueda llevarte a conocer mis secretos hasta que tengas miedo, me gustaría poder llevarte aun callando mis sueños. Espero que un día, tenga las agallas suficientes de darme la vuelta y decirte todo esto que te tengo que decir.
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Me paso todas las mañanas enredada en las sábanas de tu piel, inhalando la oscuridad mientras busco tu mirada, ¡qué casualidad! Buscas la mía. Que no entre la luz, que no moleste nadie, hazme un poco más de cosquis, abrázame, cruje mis huesos entre tus brazos y sigue así, sonriendo. No te vayas, y si lo haces, prométeme que volverás, como te prometo yo cada mediodía con una sonrisa y el secuestro de una gorra. Otra vez, ¡besame, joder!
Por dónde empiezo. No sabría decirlo. Básicamente porque esto está saliéndose del punto de control. Que si, que no, que no me gusta que me toquen, odio las caricias y las cosquillas, solo me gusta que me abracen. Pero en cambio, no podría explicar cómo he pasado horas atrapada entre tus brazos, siguiendo cada trazo de tinta marcado en tu piel. Tampoco cómo me gustaba como rozabas mi piel, la manera en que jugabas con mis manos entrelazando dedos sin ningún sentido, que se enredaban y te reías de su tamaño mientras yo me avergonzaba. No entiendo que está pasando y tampoco cómo es posible que lo esté dejando… pasar. Me encanta el tintineo de tu nariz contra la mía, la manera en que sonríes cada vez que se cruzan nuestras miradas. ¿Alguien me puede explicar que me está pasando?
He de admitir que me gusta tu sonrisa. Sobretodo cuando me miras y bajas la mirada. Es allí cuando me encanta.
Recuerdas y puedes presenciar como tus sentimientos fueron degenerando, cómo pasaste de darlo todo a no dar nada, a ver a esa persona como si fuese tu vida a ver ahora a todos como juegos. O simples intentos. Aún lo sientes, recuerdas como dolía el rozar de sus labios con otras, como acariciaba tu rostro, sientes los calambres de sus manos sobre tu piel y esos detalles… Pero también recuerdas como aguardaste en silencio por el miedo de perder, como ahogaste lágrimas y se fueron todas, en medio de la calle, desvanecida como un trozo de papel. Llovía tanto que aún así diferenciaron las lágrimas de la dulzura. Y no sé si ame, sigo sin quererlo saber. Pero ando con pies de plomo y el azar es algo que no se me da muy bien. Creía que era oro y no es más que otra montaña de mierda. Una extraña, una niñata que solo quiere más y más, la niña dice ahora, que todo duele, que no controla y que está cansada de no entender. Y se explica, pero no concreta. Se enfada, me amenaza y saca la maleta, porque solo quiere el mundo a sus pies. A ver esto cómo te lo digo: puedes jugar si tienes un motivo, y si no lo miras ¿cómo lo ves? Es todo: tú, tú, necesito, quiero. Y así no voy a ninguna parte. Tengo en la sangre hijoputismo, querer sentirme como una diva, supongo, huir siempre que puedo pero creo que ya de eso no quiero. Prefiero gastar más de tranquilidad, dulzura menos. Neutralidad como la estrella polar. Colisiono contra el espejo. Ya nada puede ser igual.
No puedo dejar de olvidar cuan egoísta es el ser humano. Si lo hubiese recordado, ya hubiese cambiado. Pero me sigo compadeciendo de un pobre y no de aquel que me saco de la pobreza. Sigo sin entender como llego al mismo extremo en un único parpadeo, como me duele no tenerte y aún así puedo verte. Será pura convivencia yo no entiendo tu pesimismo y tú no entiendes mis ganas de vivir. A veces solo pido un poco de confianza, que me enseñes a amar, quitarme el egoísmo y que sepa contarte. Que entiendas que soy de esas a las que les gustan los tatuajes y la típica niñata que solo piensa en sus amigos. Egoísta, diría yo y cada vez me doy más cuenta. Pero por favor… protégeme pero no me cortes las alas, que sangran y el simple dolor rebotará en ti provocando lágrimas. Yo sé que si hoy me di un baño no fue por recordar el mar, fue como hiciste tu, para que se mezclara con el llanto y nadie te escuchara.
Antes de marcharme dejo un pequeño regalo a todo aquel que esté interesado
Quizás nunca sepa porque me encanta tanto o es posible que nisquiera me haya planteado explicarlo. Será por su libertad, porque puede volar pero muchos pájaros lo hacen ¿Por qué él? Siempre lo asociaron con la maldad, por su espantoso grito y su alimentación macabra. Tampoco es para tanto, es como cualquier otro animal. Está solo, no necesita a nadie, es grande, por lo que vamos a suponer que es fuerte y además, no piensa en nadie, solo en su propio bienestar. Pero no vayamos a olvidar que es un ave y como ave, sigue siendo frágil.
En la noche del viernes me gustaría dar vueltas sin parar, alzar la botella como nosotras sabemos y bailar, sustraer sustancias de nuestro organismo, sentir como que las horas nunca van a pasar. Cacemos mounstros por la noche a lo mejor encontramos uno adorable, busquemos alcohol donde nunca lo encontraremos y no sé, esto no es más que una sobredosis de palabras que es necesario derramar.
