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martes

El cactus

La culpa es del cactus. Una misión suicida que nunca estuvo ahí. Que cuando estuvo era inevitable y cuando desapareció, todo era posible. Lloré. Porque el cactus fue la clave para lanzarme. Vi pasar mi niñez en tres estaciones y me acordé de tu nombre. Que tú, errante constante como el número e jamás perderás la batalla. Porque más vale morir valiente que perder cobarde. Pero ni valiente, ni ganador. Me perdiste y yo me perdí. Y ahora le echo la culpa al cactus. Si la vida fuese sencilla no habría más vida. Y si eso es vida, déjame la daga que que empuña tu corazón que yo me bajo aquí. 

Fue un invierno largo, intensivo y falto de cariño como tu niñez. Todo al revés. Como el que enciende el cigarro antes de aspirar. Fuiste para mí lo primero, en cambio era para ti un sexteto de cuerdas desafinadas y muchos llantos en la madrugada. De esta obra mía tan malinterpretada.

Tienes un abrazo 
Que no abraza nada 


Si miraras menos al espejo  cuando estás hablando con alguien delante quizás entenderías más de lo que te da la gana. Si no fuera errante toda esa belleza que no es nada más que un vendaval que ya se aleja podríamos tejernos un disfraz. Como dos gatos, sobre el tejado que juegan a estar enamorados.

Dijo Andrés Suárez, "No te arrepientas de tu maldad Que es inconsciente como el agua del mar. Como sal que se vierte en la herida al curar. Como locos que quieren no quererse ya más. "

Es ridiculo. La culpa fue del cactus. No mía ni de nadie más.

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