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viernes

La Verdad

En ocasiones tu sonrisa se complica. A veces por el dolor que alberga tu cuerpo, otras veces por el sufrimiento de los demás.  Y en ese momento dices ¿qué más da? Lo que luches, lo que finjas, lo que trates de aliviar. No nos enseñan a paliar el dolor, ni siquiera el ajeno. A mi un día me enseñaron a ser enfermera, ¿Sabéis? pero ahí no te enseñan más que tonterías. Estupideces sobre el espíritu, las creencias de las personas y como encaminarlas. Pero dime tú a mí, de que sirve la teoría si el día en que moriste murió Dios en tu presencia. Se fue de mi vida y nunca más supe. Por ello, la teoría es preciosa pero nadie nos enseña a sanar, y menos a uno mismo. Cuántas han sido las veces que he pedido auxilio por no dejar morir. Por sentir la presencia de todos aquellos que se fueron ante mis ojos, de todos aquellos a los que no pude ayudar. Las lágrimas que derramé a escondidas porque si no, cariño, no eres profesional.

Nadie entiende esto. Nadie entiende la necesidad de querer llegar a casa y que tengas que fingir. No eres nadie para desatar una bomba atómica en los corazones de los demás. El sufrimiento ajeno no está hecho para el ser humano, somos animales egoístas por naturaleza.

Entonces un día lo supe. Algún día, cuando el corazón y el cuerpo se pongan de acuerdo, romperé. Y lo haré sin miedo a lo que digan los demás. Romperé de tal manera que me escucharán hasta el mismísimo infierno.

Hasta entonces sonreiré, una y otra vez, con la boca torcida, con lágrimas en los ojos. Y trataré de ser la mejor versión de mi misma para los demás. Pero estoy pidiendo auxilio. Lo necesito. Necesito que alguien cargue conmigo todo este peso porque seguir así, hará que no pueda volver a reír.

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