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miércoles

Cuando baje la marea

Mañana hay una fiesta y me ha invitado el ron a hacerme daño, a hablarle a otros hombres del cielo de tus labios. Cada noche siento que he perdido más el control, el control de una situación que nunca existió. No encuentro sentido a mis palabras, no entiendo las cosas que hago. A veces pienso que estoy en el cuerpo de una extraña. Contra el mundo, a diario, sin ganas de luchar. Es irónico. No soy capaz de mirar otros labios, no soy capaz de creer cualquier palabra que reflejan sus manos. Escuché una vez que no hay nada peor que sepan que estás enamorada y lo ignoren. Es realmente triste. Y quizás dure poco, quizás sea efímero y vuelva a las andadas de ir rompiendo corazones a cada paso de mis pies. Pero te conozco, siempre estuviste aquí. Sé como hueles, sé como sientes.

Y me he acostumbrado a la sensación de sentirme vacía, que nadie me entienda, que sea ridículo hablar de amor. Sigo buscando un sentido a mis días, un porqué decidí quedarme donde estoy. En un punto de inflexión donde nada en mi interior va bien. Momentos de incertidumbre, ataques de pánico en las noches, con miedo de cerrar los ojos y no poder ver. Veo rostros de conocidos y no hacen más que volverme loca. No sé de que hablar ni a quién escuchar, no sé que sentir ni hacia quien. Se vuelve oscuro todo esto por cada segundo que pasa. Y sé que estarás bien, que yo estaré bien, que sentiré, reviviré. Pero no puedo evitar sentirme muerta por dentro. Como si me hubiese pisado un invierno demasiado largo. Como si el frío no tuviera intención de marchar. Ya ni siquiera existen para mí los veranos, no desde que te ví. Creo que eres más feliz

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