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domingo

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Llegará un día que quizás nos prendamos fuego. El olor de las velas será tan incandescente que lloraremos por no haberlo hecho. Hasta en el cielo. Volaremos o nos mataremos. Y te echaré de menos. No creo. Moriré en el intento.

 Me he desgastado el lado izquierdo de imaginar civilizaciones donde el resto, los idiotas, son muñecas de porcelana que nos tienen miedo. Y que nosotros rompemos contra todas las paredes blancas de una habitación, que podría ser un folio o incluso una página que pasar cortándose los dedos.

Aunque sólo sea por lamernos hasta quedarnos blancos, también nosotros, con el tiempo.

Que sea cuestión de eso, de tiempo. Y que sepamos responder con un corte de mangas en el que sangre el resto, los idiotas.

He soñado con ciudades vacías - ni un idiota - donde el tráfico era de drogas y los pasos de todo y los centros no tan graves y los rascacielos cosquillas.   Tú bebías de botellas que lanzabas contra ventanas, justo después de escribir un deseo. Y meterme dentro.


Y yo me reía. Y tú no llorabas.

En realidad lo haríamos muchísimo peor, así que pienso follar contigo en sueños hasta despertar el odio de los idiotas.

 ¿Acaso no deberían ser las flores las que llevan personas al cementerio?

Complícame el suicidio. El infierno es cualquier paraíso lleno de idiotas
que tú no quieras mandar a la mierda conmigo.

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