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miércoles

2200

Las personas, todas ellas, nacen con un déficit en la conciencia. Puedes seguir teniendo ese complejo de Dios pero cuando no queden más que cenizas seguramente nadie se moleste en llorar sobre tu cuerpo. O escupir. Mi mejor amiga y yo escribimos hace diez años que seriamos en diez años. Ella iba a ser abogada y yo una hija de puta. Al final no ejerce de abogada y yo no sé tanto de leyes como quería de pequeña. El problema está en usar las palabras equivocadas en el lugar correcto. Quema, mucho. Me saca de quicio el manejo de situaciones controladas, porque no me dan la gana. Será que no me gustan los caraduras y por eso acaban amando. No me gusta que me toquen porque ponen en alerta todos mis sentidos y declaró la zona con peligro de bomba. Deberíamos crecer, o quedarnos donde estábamos porque total, nadie nos va a reconocer. No entiendo la vulgaridad como un defecto si al fin y al cabo nos encanta el sexo. Y que nos saquen de quicio para liberarnos de estar muertos. Me pone la adrenalina y el olor a gasolina. Y luego estás tú.  Me conozco lo suficiente como para saber que no me puedo fiar de alguien que no quiera cambiarme. Nunca voy a explicarte que me hice pedazos tan pequeños que todavía no he encontrado la forma de resolver el puzzle. Porque nunca lo entenderías. He estado tanto tiempo triste que ahora la felicidad me parece una taza de café ardiendo y que no voy a saber llevarlo hasta cualquier mesa sin arrojarla y quemarme las manos. La felicidad era jugar con fuego y tú ardías 

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