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domingo

Con otra cerveza

Todos tenemos una obsesión con algo. Normalmente algunas personas son monotemáticas y al pasar el umbral de su cuarto eres capaz de reconocerlo. Todos Coleccionamos o tenemos tendencia a querer más de una misma cosa. Si tuviese que hablar de mi, diría que en mi cuarto predominan los cuadernos hechos a mano, los pintalabios, las brochas y los zapatos. Son esas cosas que por mucho que lo pienses, tienes la sensación de necesitar más. Pero son cosas materiales, efímeras. A excepción de los cuadernos. Me gusta escribir en ellos cuando quiero hacer todo más personal. Es mi rincón secreto, donde todo es posible, donde no tengo miedo. Y cuando hablo de sentimientos parecen tan reales que hasta quedan grabados en el papel. He luchado por ellos, los he defendido con uñas y dientes, literalmente. Incluso a veces me han impuesto respeto.

No dicen nada del otro mundo, ni mucho menos. Imagino que es la letra cursiva la que le da un toque melancólico. Lo cual hace que parezca importante. Pero no son más que un montón de chorradas acumuladas que en un futuro serán motivos de risa. Como el día que te conocí. Como el día en que me dio un vuelco el corazón y la ansiedad se apoderó de mí, por qué si, porque me estaba enamorando de ti. El día en que volví con el rabo entre las patas sin entender el porque. Las veces que llore, y llore, porque de alguna forma has conseguido que sea motivo de vergüenza en mi. Alguna que otra carta que solo consigue ponerte los pelos de punta una y otra vez. Los mensajes que nos enviábamos a falta de internet. El silencio entre las sábanas. La lucha constante entre el corazón y la razón. Las veces que me planteé rendirme y renunciar ti. Las veces que pensé en que era tarde. Las veces que necesite un abrazo y no estabas. Y como aprendí a ser fuerte. 



Escribo la vergüenza y lo mucho que me repugna haber dejado de lado los sentimientos, sin entender en qué momento dejaron de ser un tema serio para ser motivo de burla. Lo llego a saber y ni me espero. Me he convertido en esa clase de persona que cuando hay algo, tiene miedo de decirlo. Lo deja pasar y vive con el dolor hasta apagarlo. Y es tan triste, que si tuviera la oportunidad de ver mi propia tumba, escupiría sobre ella. De vergüenza ajena. De no entender en qué momento decidí volver a verme con la cobarde que fui hace unos años para tomar un par de cervezas,compartir un par de calos y volver a ser una sola. En general, tengo la sensación de retroceder, no de avanzar. ¿Cuánto camino llevabas andado pensando lo mismo que yo? Ni si quiera los días podrías contarlos, habías perdido de vista el reloj. La puntualidad de los sentimentales que estiran el tiempo como si un "adiós" fuera a durar toda una vida, una despedida que no terminó.  Ahora dirás que se me ha hecho tarde, que fuimos demasiado cobardes. Que yo te esperé y tú desesperaste entre tardes fugaces. Si dejáramos de lado todo aquello que nos duele, tendríamos un sitio para volver a ser alguien diferente, mientras tú llegues siempre tarde y yo siempre esté esperándote. Tengo la sensación de que algo me hace daño pero soy demasiado cobarde para admitir que duele, que luches por ello. Quizás con otra cerveza sepa mejor. 

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