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lunes

Me he golpeado la cabeza, con fuerza. No literalmente. Verme ahí arriba, sentada, con el miedo de poder resbalar, sabiendo que horas atrás me había enfrentado a una altura que no llegaba a esta ni a la mitad y que no pude... no pude saltar. Pero estos... casi cuatro pisos, los salté, con miedo, lo sé, sabiendo que las cosas podrían acabar mal. Fue un golpe duro, chaval. Tan duro, que ahora mismo, me he sentido tan... alto. Que me da igual. Soy completamente inmune a lo que me tengan que reír. Me paso la vida hablando de libertad y nunca la he encontrado. Me paso la vida diciendo que no pertenezco a nadie y en realidad pertenezco a todos lados. ¿Qué que digo? Digo que no sé que está pasando, creo que busco compañía cuando en realidad quiero estar sola, creo que siento dolor y me está encantando, siento que no hay vicio mejor que ver el cigarro casi apagado. Estoy desgarrando la correa y duele. Duele tanto que mis ojos pasan más tiempo en blanco que mirando a lo alto. Pero hay algo en este dolor que me encanta. Me encanta el hecho de poder sentir algo. Me encanta el hecho de ser consciente de que no te necesito. Hago promesas para luego romperlas, afirmo unos principios y luego "¿Yo dije eso?". Muy ingenua, tan hipócrita que lo grito a los cuatro vientos. Cojo el papel, algo que pueda escribir y trato de ponerte a parir. Sienta tan bien. Sienta tan bien, saber que no puedo competir con esta vida. Que vivís con la idea de alguien que no existe. Vivís con la idea de creer conocer y no querer conocer. Y cuando ya lo sabéis... bye bye baby, see ya in another life! Así os pasa, que os ponéis a escupir mierda cuando luego desearíais ser alguien como yo. Y admito que... Maldita perra, te tengo una envidia, que te cagas

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