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jueves

Bote salvavidas

Debe ser que le han visto cara de bote salvavidas. Basándome en un par de cálculos si es verdad que siempre ha tenido afinidad por las balas perdidas, desde los catorce años, aún así nunca lo ha superado. Todos la ven guapa, dulces dieciséis la dijeron ese verano, ya no era esa cría que siempre había patinado, la veían como una mujer. Son años de despojos humanos, perdidos, personas que nunca han querido estudiar, sin motivación, personas sin afición y si la tenían no la vivían. Luego estaba ella. Con las cosas siempre tan claras, esquivando baches, sufriendo por poder vivir lo que casi habría conseguido. Hasta que un día se enamoró, o eso creyó. Desde entonces ansía dormir entre unos brazos, ya no tiene concentración, vagabundea como un perro hambriento, sediento de amor. Y desde entonces sintió que su alma murió. Se dedicaron a abrazarla, decirla cosas bonitas, darla las gracias por su motivación, pero de un día para otro ya no había conexión. Y dicen que no es su culpa, que ella es un amor pero como explica ella cuantos fueron los que la abandonaron en su colchón. Piden explicaciones, nadie lo entiende, ella hizo las cosas bien, aguanto firme durante meses para verlos marchar, ni eso, para no saber de ellos más. Se acostumbró a ser la segunda opción, creyó las veces que le juraron amor para luego escuchar como volvió su mujer, aquella a la que un día amaron y que todo esto se acabo, que podían ser amigos, nunca la olvidará. Y cuando creía que esto no volvería a pasar, que han pasado meses, muchos meses después de que la hicieran daño, la dicen que la aman, que quieren que se enamore de él, del otro y cuando es ella la que escoge, sin que nadie la pregunte opinión, por supuesto, seguramente este se marchará, como el resto, regalándole una vez más el complejo de bote salvavidas.


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