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lunes

Te idealicé. Vi este momento como uno de los más perfectos. Fui capaz de imaginar las tardes de invierno tirados en el sofá, abrazados al calor de una manta desgustando el momento con un café en la mano. Era capaz de sentir los rayos del sol rozando mi rostro, a ti esnifando los placenteros aromas de la primavera, a mi lado, agarrada a tu brazo. Te sentí como las olas que chocaron contra mi espalda en alguna playa de Galicia, riendo a carcajadas, no sé que podría hacerte tanta gracia. Por que te vi en esa parada, tan sonriente, sacaste un cigarro de tu chaqueta y eso me pareció tan sensual. Pude sentir que te había echado de menos durante todo este tiempo, estabas tan mayor, habías crecido, ya no eras aquel maldito crío. Entonces visualicé las mañanas tras finas sábanas enredando mis pies a la almohada. Lo veía todo tan bien... Todo es más bonito si lo haces en un piso de Madrid, jugar con el humo, follar en un sofá de piel, escuchar a Johnny Cash mientras sueñas con París, fumar cigarrillos desnudo en la terraza, como si fuera un altar. Pero todo se acaba. Así que te idealicé como se idealiza un futuro en Berlín al acabar los estudios o el verano de tus sueños. Me resigné a creer que nunca nos cruzamos, que jamás te había conocido. Eras como la miel en los labios, te tuve, me tuviste pero nada estaba bien. Pero al igual que me importaste mucho, ya no me importas nada (o eso quiero creer) 

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