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miércoles

Ingénua


Me sentía caminando por una ciudad del siglo diecinueve. Pero el silencio que se acomodó entre los dos rompía la magia llenando mi cabeza de miles de preguntas.

-¿Ocurre algo?- Su voz me sacó de mis pensamientos haciendo que me cruzara con sus ojos oscuros y más en la noche.-Te noto tensa.-Me preparé a contestar.-Da igual, seguro que me dices que es fruto de mi imaginación.-Sonrió.

-No es verdad- Me sacó de mis casillas-Es por tu culpa.-Echándole un poco de imaginación pude suponer que al contrario que su rostro, que palideció, el mío poco a poco fue tornando un color rojizo.- Olvídalo.

-Te encanto.- Se paró en medio de la calle mientras yo seguía hacia delante. Me di la vuelta y pude observar sus movimientos, su sonrisa ladeada…-Admítelo.

Una acumulación de calor arrasó mi cuerpo haciendo que olvidara el frío de la noche, calor de rabia, de odio.

-Eres un egocéntrico.-Giré sobre mis tacones y avancé frenética aunque a los segundos algo me bloqueó.- ¡Déjame! Pensé que podrías ser de otra manera. Tiré con fuerza de mi brazo, creí recordar haber vivido esa situación dos veces en el mismo día. Por un momento parecía que había rebobinado la escena ya que volví a girar pero en sentido contrario encontrando sus pupilas sobre las mías.

-Si pensaste que podría ser de otra manera es porque no eres capaz de admitir que te encanto pero odias lo que soy.-Le temblaba la mirada y juraría que cada vez inhalaba de más cerca su aliento.-Ahora, te lo haré más fácil. Admite que no puedes evitarme.- Y con un leve movimiento asentí con la palabra más firme que nunca dije: “SÍ”


(Me vas a llevar a la perdición con tus trastornos de personalidad múltiple)

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