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martes

The words

-Ayúdame… Por favor.

Sus manos, posadas sobre las sienes lo decían todo: estaba cansada. Tenía los ojos cerrados y su voz sonó desgarrada y suplicante. No comprendía nada, el porqué de su expresión, no entendía su preocupación y porque exactamente se lo suplicó a él.

-¿Ayudarte en qué?

El tono de voz lo decía todo. Indiferencia, sobresalto, querer una explicación. Ella se agachó, manteniendo la postura de sus manos y en cuclillas Sollozó. Fue tan silencioso que él no lo presenció al igual que tampoco le dio importancia. Solo se dedicó a mantenerse firme, mirándola desde lo alto. Otro numerito pensó. Ninguna palabra, solo la imagen dramática de los dos. Tras dos suspiros se incorporó manteniendo la cabeza agachada, no se atrevía a mirarle, menos a los ojos, llevaba sin hacerlo semanas.

-No te entiendo…

-Antes de que digas nada.-Interrumpió ella.- No quiero que lo entiendas. No quiero que sientas compasión por mí. No quiero que preguntes. Solo te puedo decir que tus palabras son la prueba más bella que podía confirmar mi teoría. Sé que estabas enfadado, sé que no fue conmigo… o eso creo. Solo sé, por lo que me han enseñado, que las personas dicen muchas tonterías cuando están alteradas. Pero tú… dijiste verdades, verdades que…

Estaba desconcertado. Analizó cada una de las palabras que pudo haber mencionado aquella noche. No tenía sentido, estaba enfadado, sí, pero no dijo ninguna cosa que la pudiera afectar, nada que no fuese… verdad.

-¿Sigues sin entenderlo?

Siguió mostrándose firme, la única diferencia es que su boca estaba entreabierta. Ella entendía esa mueca, querer decir algo pero sin saber el que. También era cierto que la situación era complicada y ante todo delicada. Pero quería seguir con su indiferencia, esa máscara que no le representaba para nada

-Creo que es hora de que me vaya…

Se dio la vuelta dispuesta a caminar, el frío a esas horas de medianoche era considerable y se dejó notar.

-Todavía no me lo has explicado.

Se quedó quieta y lo meditó. En cuestión de segundo estaba retomando el camino que había hecho para alejarse de él, se mostro cara a cara, le miró, aún no lo ha asimilado. Sintió correr el miedo a través de sus venas pero lo hizo, supo controlarlo.

-No es contigo, no te puedo culpar. Son tus decisiones, tus sentimientos, tu vida… Pero, creo que no quiero pertenecer a ella. No de esta manera. ¿Sabes? Mi teoría ha sido afirmada. EL mayor arma… Son las palabras. Son como cuchillos, y tú, tú… Me has cortado, has abierto y mirado dentro de mí… Para nada. Y esa cicatriz quedará marcada.

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