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sábado

Con dos o tres copas voy sobrada. Para dejar de lado mis inseguridades, para evitar el miedo o ser quien de verdad quién soy. Llámalo como quieras. Y te diré que me encantas, o me gustas, como haya decidido escribirlo. Pero uno no sabe hasta que punto me condiciono, o quizás si. Como me despierto, baja de ánimos cogiendo el móvil a ver si hay un mensaje tuyo, y si no lo hay me lo invento. Basta pensar en ti. En un fin de semana más o un día al azar. Me condiciono con la paranoia que ha decidido rendir culto a mi vida, en el hecho de saber que de tal hora a tal hora estarás aqui, y si no comiendo con tus colegas, y si no, echándote la siesta. Luego que si estudias o entrenas. Y si eso me pensaré el saber de ti. No por que no quiera si no por que ya fue una amenaza el saber que te agobias para mí. Entonces claro... me condiciono. Pero no para mal. Pero a veces no sé actuar. Y te pienso y no estás, y te hablo y no haces más que reír. Luego, siempre te mando a la mierda y vuelves a reír. Y me pregunto ¿por qué no estás aquí? Por qué no he renunciado a una mañana de tinta puediendo haberme divertido contigo. O por que te mando constantemente a la mierda. Y luego vivo condicionada a ti. Este tequila con redbull me ha sentado como éxtasis en vena: mal. Debería haberme callado y permanecer como tu, fuerte hacia ti. Impasible, que no me gustas, y nunca llegaríamos a estar así. Y otra copa... a ver si decido dejar de escribirte a ti,

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