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sábado

Y la verdad, después de haber descansado un par de horas y haber sentido los pies, me retracto en una felicidad que empieza a formar parte de mi vida. Creo que me gusta. Llevaba tiempo sin pisar la naturaleza, que lo hay en la ciudad no se puede llamar así, tanto, que no se si me estoy poniendo moñas por ese motivo. He salido con la sensación de que podría pararse el tiempo, secarse me los calcetines y no necesitar nada más que la compañía de los que me rodeaban. Me encantan mis amigos, los amigos de mis amigos y los amigos de los amigos de mis amigos. Me encanta llegar a casa habiendo conocido gente que disfruta de la misma manera que yo o llevándolo a otros extremos. Y son gente, que no simplemente han estado ahí para echarse unas risas, son personas con las que seguirás manteniendo algún tipo de contacto. Salgo feliz aún sabiendo que más de uno hubiese deseado que me tragase la nieve con tal de no seguir escuchándome. Porque día a día, con cada escapada que hemos hecho y las que nos quedan, nos vamos conociendo un poquito más. Y creo y espero, que me aguanten tal y como soy, aún con mi estúpida manía de ir siempre por la izquierda, sean cuales sean las circunstancias o mi imparable necesidad de discutirlo todo y saltar a la defensiva. Sé que se rien conmigo, y a veces de mí cuando me caigo o voy embalada sin hacer caso. Pero ante todo sé que cuentan conmigo y disfrutan de mi compañía, que me soportan tal y como soy y no puedo evitar reservarles un cachito en mi corazón. Me sacan de mi monotonía y posiblemente, sin ellos, no volvería a ser yo. No es cuestión de estar únicamente en contacto con la naturaleza, es también de con quién tienes la suerte y amabilidad de compartirla.

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